Flybondi quedó una vez más en el ojo de la tormenta tras cancelar vuelos este martes en el Aeropuerto Presidente Perón de Neuquén, sin brindar explicaciones claras ni soluciones para los pasajeros afectados. La compañía low cost atribuye el hecho a supuestas condiciones climáticas adversas en Buenos Aires, aunque otras aerolíneas operaron con total normalidad.
Desde primera hora, el malestar se multiplicó en redes sociales, donde usuarios reclamaban respuestas urgentes. “Siempre lo mismo con Flybondi. Somos los únicos varados”, publicó una pasajera en X (ex Twitter). Otro usuario apuntó: “Aerolíneas y Jetsmart aterrizaron sin problemas. ¿Qué pasa con Flybondi?”.
Mientras tanto, la empresa no emitió ningún comunicado oficial ni ofreció alternativas de reprogramación, dejando a cientos de personas libradas a su suerte. Esta actitud refuerza un patrón de falta de responsabilidad que se repite cada vez con mayor frecuencia: vuelos cancelados, demoras sin aviso, ausencia de información y un trato desconsiderado hacia los usuarios.
Lo ocurrido en Neuquén no es un caso aislado, sino parte de una cadena de incidentes que dejan en evidencia el modelo precario de una aerolínea que opera al margen de los estándares básicos de seriedad. Las quejas por desorganización, cancelaciones intempestivas y nula atención al cliente se acumulan sin que la compañía ofrezca soluciones estructurales.
Mientras tanto, los pasajeros pagan las consecuencias de una empresa que banaliza el compromiso con quienes confían en su servicio.